El caballo relinchó sin dejar de avanzar por el nevado campo, mientras su jinete se envolvía aún más en su capa de viaje, para protegerse de los copos de nieve que el viento arrastraba. Merlín suspiró cansado por el peso de los años y las heridas tanto físicas como emocionales, aún frescas en su ser. Camelot había caído, el sueño de un futuro brillante se había muerto y transformado en polvo arrojado al viento. Arturo había sido herido de muerte, desesperado había usado su poder para mantenerlo vivo en un largo sueño curativo, para luego enviarlo a la isla mágica de Avalón, protegido por su propio aprendiz. Merlín tiró de las riendas de su caballo, para detenerlo junto a la orilla nevada de un inmenso lago y con cuidado desmontó. Liberó con cuidado de las ataduras de la silla su bastón tallado de madera de roble y sacó de las alforjas un bulto voluminoso, envuelto en basto cuero sin curtir. Avanzó apoyándose en su bastón, abriendo un sendero en la nieve que llega hasta las rodillas en su camino hacia las orillas congeladas del lago. Duendes y ninfas de los bosques lo observaban desde las ramas de los árboles nevados y los setos congelados, interesados en el deambular del viejo mago.
Su capa se agitaba ante aquel viento frío que le hacía dolerle todos sus huesos, había sido una eternidad desde la última vez que estuvo en aquel sagrado lugar. Monolitos tallados con runas de la antigua fe, se alzaban ante las orillas del lago cada pocos metros como silenciosos guardianes cubiertos de musgo congelado y nieve endurecida. Merlín tembló un instante que le pareció eterno, apoyándose en su bastón antes de plantar el primer pie en la superficie helada del lago, sabiendo que se enfrentaría con la voluble voluntad de la señora de aquellas aguas. Siguió avanzando por aquel quebradizo hielo, escuchando el terrible gemido del viento invernal que se mezclaba con los crujidos de la superficie helada del lago. Merlín se detuvo en el centro exacto del lago congelado, mientras jirones de vaho salieron de su boca al gritar al viento el nombre de la señora de aquellas aguas y golpeó con la punta de su bastón la superficie de hielo.
Durante un largo instante no sucedió nada y parecía que su llamado no había sido escuchado, pesé a todo, siguió esperando inmóvil sobre el hielo, mientras la nieve empezaba a acumularse sobre su capa y temblaba por el frío, notando cómo se entumecía todo su cuerpo. El ruido del hielo crujiendo con fuerza sacó de sus pensamientos a Merlín, pudo observar a través de la capa de hielo de la superficie como las aguas se agitaban con violencia y figuras moverse en ellas. Una docena de metros delante de él, la superficie helada reventó, lanzando una lluvia de trozos de hielo y agua helada en todas direcciones, dejando un enorme círculo perfecto de aguas oscuras ajustándose. Merlín agachó la cabeza y alzó su bastón, a la vez que murmuró un rápido hechizo de protección que hizo endurecer su capa y haciéndola tan dura cómo la piedra de las montañas, para soportar la lluvia de hielo y agua que lo azotaba. Un instante después la vio saliendo del oscuro círculo de agua, su pelo era largo y dorado como el trigo, su piel parecía de porcelana, sus ojos azules lo miraban con la profundidad de las aguas abismales y su vestido blanco estaba bordado con hilos de oro y plata, remarcando un cuerpo de voluptuosa belleza que irradiaba un poder sobrenatural. Aquella mujer que se alzaba de pie imponente sobre las oscuras aguas era la Dama del Lago, señora de todas las aguas de Britania y una de las deidades de la Antigua Fe.
-¿Por qué molestas mi descanso, Merlín? -la pregunta salió de los labios de la Dama del Lago con suavidad calculada, mientras observaba con una inescrutable al mago cubierto de nieve. -¿Qué es lo que quiere aquel que rechaza a los Dioses?
-Camelot ha caído, el rey Arturo Pendragón navega hacia Avalón dormido por magia entre la vida y la muerte -la voz de Merlín tembló al pronunciar aquellas palabras, mientras dejaba el bulto envuelto en cuero en el hielo y se apartó la capucha, dejando ver su rostro envejecido y su larga barba blanqueada por la edad. -Britania arde por la mano de sus caudillos y de saqueadores extranjeros.
-¿Y acaso debería importarme el destino de los humanos? -la pregunta resonó en el lago con la fuerza del agua al caer de una cascada abismal, mientras los cabellos de la Dama del Lago empezaron a flotar y sus ojos ardieron con ira apenas contenida. -Tú eras la esperanza de la Antigua Fe y nos diste la espalda, criaste a un rey para Britania que adoraba al Dios sin nombre e hizo que se expandiera su Fe cómo el fuego en un bosque seco.
-Y aun así, he venido aquí en la mayor hora de necesidad de Britania, para pedir que me ayudes una última vez -asintió Merlín, mesándose la barba con una mano sarmentosa y clavando una mirada importante en aquella deidad. -He visto en sueños la oscuridad que se acerca, el predominio del Dios sin nombre y los actos de barbarie que se cometerán en su nombre. Pese a todo, los antiguos Dioses no serán olvidados y tu leyenda ha quedado atada a la de Arturo Pendragon por la espada mágica Excalibur.
-Espada que te otorgué con la esperanza que salvarás a Britania de la oscuridad, que se cierne sobre ella con crueldad -cada palabra de la Dama del Lago hacía que el hielo de la superficie se agrietará por las aguas turbulentas, amenazando con hundir a Merlín en sus oscuras profundidades. -Aun así, hasta yo sé que un solo ser no puede salvar una tierra tan basta como Britania pese a ser casi tan poderoso como un Dios. ¿Cuál es tu última petición, Merlín?
-Lo primero es devolverte algo que te pertenece y que la custodies hasta la vuelta de su legítimo portador -Merlín se agachó y desenvolvió el bardo de cuero sin curtir, dejando ver el pomo y mango de Excalibur, para luego ofrecérsela a Dama del Lago. -Excalibur será portada de nuevo por Arturo Pendragon, cuándo el reino de Britania este a punto de ser destruido. Las leyendas se harán realidad y la Antigua Fe volverá a los corazones de la gente de Britania, salvando al reino y sus gentes.
-Suena cómo una profecía -respondió con solemnidad la Dama del Lago, asiendo la espada Excalibur desenvainándola, para luego alzarla al oscuro cielo tormentoso. -Cumpliré con mi parte en tu profecía, si con eso salva a Britania y nos saca de las garras del olvido. ¿Pero qué harás hasta que ese lejano día llegué, Merlín?
-Haré el papel para él que fui creado -respondió Merlín, ajustándose la capucha de nuevo y guardando el cuero en el interior de su capa, mientras observaba como la Dama del Lago empezaba a hundirse en las oscuras aguas. -Ser el guardián y protector de Britania desde las sombras, ayudar a aquellos que iluminarán esta tierra y preparar el retorno del Arturo.
Mientras las últimas palabras salieron de su boca, Merlín vio como la Dama del Lago desaparecía por completo en las oscuras aguas y como el hielo se cerraba sin dejar marca en la superficie del lago, quedándose solo bajo la tormenta de nieve. Se giró sobre sí mismo y suspiró ampliamente, para empezar el lento camino de retorno hacia la orilla. Sabía que debía convertirse en una leyenda, en una sombra en la historia de Britania y guiar a aquellos con potencial de forma anónima. Merlín dejó atrás el lago y acarició al tembloroso caballo cubierto de nieve, para luego subir a la silla de montar y coger las riendas, para luego guiar al animal lejos de aquel lugar encantado, para empezar su exilio y misión que se había impuesto así mismo.
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