Zaun y Piltover eran un caos, la guerra entre las dos ciudades estaba a punto de estallar y todo era su culpa, pero no le importaba por qué lo había perdido todo en esta vida. Jinx se rio de forma desquiciada, mientras huía de su pasado por las sucias calles de Zaun. Quería olvidar, pero también quería vengarse de Piltover por matar a sus padres, de Vi por abandonarla durante diez años, de tener que sobrevivir en la miseria y por la perdida de Silco. Se agarró a un canalón y trepó con agilidad, moviendo su esbelta figura con facilidad, pese a estar cargada con sus pesadas armas hasta llegar a la azotea de aquel ruinoso almacén. Jinx sonrió, a la vez que se apartaba su mechón de pelo de la cara para observar su obra con macabro deleite, el edificio del consejo de Piltover destruido y en llamas iluminando la noche, sabiendo que esa escena le habría encantado a Silco.
Las voces e imágenes volvían a su cabeza, no sabía cuáles eran producto de los químicos del cirujano al que la había llevado Silco para salvarla la vida y cuáles pertenecían a su desquiciada mente. Jinx se hizo un ovillo en la oscuridad de aquel almacén olvidado, mientras los fantasmas de su mente la gritaban o se reían de ella. Una figura alta y de rostro delgado la miró desde las sombras, vestido con un traje elegante y su pelo pulcramente peinado echado hacia atrás, su mirada era dura y cruel, en su pecho había una herida de bala de la cual aún manaba sangre negra como la brea.
-¡No! -gritó Jinx al ver la figura de Silco creada por su fracturada mente, avanzar hacia ella con paso tranquilo. -No, no, no... tú estás muerto. ¿Tú también vas a torturarme cómo los demás?
-Mi niña, es cierto que me mataste -el espectro mental de Silco caminó alrededor de ella con tranquilidad, moviendo su característico inyector con su mano derecha y mirándola con su oscuro ojo izquierdo. -Igual que mataste a tus amigos y a Vander hace diez años con tus bombas, pero lo importante es cómo me lo vas a compensar.
-He destruido el edificio del consejo de Piltover y los he sumido en el caos -respondió Jinx llorando y mirándolo hecha un ovillo con sus ojos púrpura. -He traído el miedo y la destrucción a esos estirados perros. ¿Qué más quieres que haga?
-¡Sabes muy bien lo que quiero! -rugió el espectro de Silco, poniendo su cara a pocos centímetros de la de Jinx y clavando su terrible mirada en ella. -Quiero la nación de Zaun, que Piltover sufra y arda hasta los cimientos, quiero que mi sueño se haga realidad y que sea recordado, quiero que te conviertas en lo que estás destinada a ser. ¿Lo entiendes Jinx?
-Lo entiendo...-Jinx asintió y sonrió de forma demente a Silco, mientras notaba como el resto de espectros de su mente observaban la escena en silencio desde las sombras. -Quieres que haga lo de siempre, sembrar el caos, la destrucción y la anarquía en Piltover y Zaun. Haré eso y mucho más, lo que sea para compensarte.
El resonar de sus palabras en aquel sucio almacén fue la única respuesta que recibió, cuándo el espectro de Silco desapareció sin más junto con los demás fantasmas de Jinx. Una carcajada salió de su garganta, tenía mucho trabajo que hacer y gente a la que matar, para lograr el objetivo que le había dado Silco. Pero lo primero era reclamar el Imperio de los bajos fondos de las sucias manos de Sevika, la antigua luchadora de las líneas de Zaun y lugarteniente del propio Silco.
Los gritos, el sonido de disparos y lucha resonaban sin cesar por las mugrientas calles de Zaun, sumidas en la anarquía por el vacío de poder y la ofensiva de castigo de Piltover. Sevika miró la contaminada ciudad que se estaba devorando a sí misma en solamente dos semanas, una maldición salió de sus labios y resonó en el viejo despacho de Silco en la Última Gota, mientras los dedos metálicos de su mano izquierda se movieron de forma espasmódica. Todo se había ido a la mierda por culpa de la demente Jinx y su hermana Vi, la muerte de Silco había hecho desmoronarse el imperio de viejo y el ataque al salón del consejo de Piltover lo empeoró todo aún más. Se giró y miró el mapa desplegado sobre la mesa, estaba siendo asediada por todos lados, los Firelight lanzaban ataques sorpresa sobre sus hombres y los soldados de Piltover, Jinx y su ejército de fanáticos adictos al Shimmer provocaban el caos indiscriminado y los pacificadores de Piltover se abrían paso desde el maldito puente, reclamando justicia con sus armas de fuego rugiendo. La puerta se abrió de golpe y Sevika frunció su bronceado rostro al ver entrar uno de sus hombres empapado en sangre, para luego derrumbarse antes de decir sus últimas fatales palabras y señalar al ventanal, que la hicieron estremecer de miedo. "Jinx nos ataca."
Jinx sonrió, mientras observaba desde un tejado cómo cientos de yonkis fanáticos del Shimmer se lanzaban contra la guarida de Sevika, igual que una marabunta salvaje de hormigas contra un intruso. Recogió su lanzamisiles y lo acarició con mimo, a la vez que observaba por la mirilla del arma la cristalera de la familiar y antigua oficina de Silco. Apuntó con cuidado y contuvo el aliento, esperando el momento en el que entró uno de los guardias en el interior de la oficina para informar a Sevika, en el momento en que ese desgraciado se desplomó, disparó el arma y el misil salió disparado contra la oficina. En ese instante Sevika se giró y vio a Jinx disparar, pero vez de huir en la dirección contraria al misil, agarró el escritorio y lo lanzó por la cristalera, para luego saltar por el agujero a la vez que el proyectil pasaba a pocos centímetros sobre su cabeza. El misil impactó contra el suelo de tarima de oficina justo en el momento en que Sevika caía sobre el sucio empedrado de la calle, un segundo después el edificio explotó con violencia, arrojándola una decena de metros, hasta estamparse contra la pared de un ruinoso edificio y caer sobre un montón de basura. Jinx soltó un silbido de admiración al admirar la enorme explosión y una sonrisa satisfecha apareció en su demente rostro, sabiendo que todo Zaun estaría viendo el destino final del emblemático bar. Mantuvo la mirada en el destrozado lugar de la explosión durante unos largos segundos, para luego buscar a través de la mira del arma a Sevika. Un resoplido salió de sus labios al observarla, se arrastraba por el empedrado de la calle, cubierta de mugre y heridas de metralla de la explosión, aquella maldita rata de las líneas era una puñetera superviviente.
Los puños mecánicos de Vi sisearon y gruñeron al golpear el casco de uno de los pacificadores de Piltover y derribar a otro, cuándo la explosión de la Última Gota se sintió en todo Zaun, deteniendo todas las escaramuzas de la ciudad y obligando a todos los contendientes mirar el enorme hongo que humo negro que ascendía hacia los cielos contaminados. No pudo evitar soltar una maldición de rabia, al darse cuenta de donde provenía la explosión y entender que había sucedido, su demente hermana había destruido el antiguo local donde Vander las crío y que luego reclamó el bastardo de Silco para él. Caitlyn dirigió la mira telescópica hacia el aquel lugar y dejando de cubrir a Vi, no para ver la explosión, sino para buscar al perpetrador de aquel acto de violencia gratuita, aunque sabía que solo una persona se atrevería a hacer algo así en todo Zaun. Tras unos segundos descendió del tejado, para reunirse con Vi en la calle llena de protectores inconscientes, esquivando los cuerpos con agilidad y sin soltar su rifle de francotiradora.
-Ha sido Jinx -Caitlyn lo dijo con suavidad al acercarse a Vi, que se estaba sentando en bidón derribado y mirando con rabia el humo que ascendía del punto de la explosión. -No debimos dejarla escapar cuando mató a Silco e hizo explotar el edificio del consejo.
-¿Crees que no lo sé, Pastelito? -Vi contestó con rabia apenas contenida, deseando desatarla contra los pacificadores de Piltover y los secuaces de Sevika, por la impotencia que sentía. -Pero no iba a dejar que Powder se pudiera en una celda en Stillwater durante décadas, te lo aseguro, no es un lugar bonito para que alguien pase encerrado décadas.
-Dejó muy claro que ya no es tu hermana, Vi -Caitlyn se sentó a su lado y la abrazó con cariño, acariciándola el rostro y revolviendo su corto pelo rojo. -Sé que quieres pensar que queda algo de Powder en su interior, pero si no la detienes acabarán matándola.
-Lo sé; sin embargo, aún sigo viéndola cómo una niña pequeña -un largo suspiro de resignación salió de los labios de Vi, antes de besar a Caitlyn y sonreír levemente. -Aun así tienes razón, debemos capturarla antes que los cazadores de recompensas de toda Zaun quieran tomar su cabeza.
Ambas mujeres se levantaron para guiar a los civiles de Zaun de aquella zona de guerra, escoltandolos para que consiguieran llegar al refugio seguro de Ekko y sus Firelights, mientras el caos y la miseria crecía de forma exponencial por las sucias calles.
Decenas de mendigos deformados se movían ansiosos deseando una nueva dosis de Shimmer, alzaban sus mugrosas manos al pasar Jinx riéndose y lanzando a la multitud viales cargados de la rosada droga. Sabía que ahora todo Zaun era un caos gracias a sus últimos actos perpetrados en estas semanas, la muerte de Silco, el ataque al consejo de Piltover, los atentados de sus drogados seguidores y la destrucción de la Última Gota. No dejaría nada en pie, transformaría la ciudad de Zaun y la academia de Piltover hasta que fueran tan caóticas y anárquicas como ella misma. Un papel arrastrado por el viento se pegó a su pierna derecha y con asco lo cogió para tirarlo, cuándo vio en el dibujado su rostro y una recompensa enorme por su captura. Jinx soltó una risita perversa y lo hizo una pelota antes de arrojarlo al suelo, que vengan a por mí todos los cazadores de recompensas de Zaun y Piltover, solo encontrarán una muerte muy dolorosa, murmuró ansiosa de asesinar a todo aquel que la desafiará. Subió al enorme montón de chatarra que dominaba aquel olvidado lugar y se sentó despatarrándose en el tosco trono que sus seguidores habían hecho para ella, dejando colgar sus piernas del trono y los brazos de ambos reposabrazos, riéndose aún y mirando desquiciada aquel oscuro cañón donde vivían los olvidados de Zaun. Pronto todos en esta maldita ciudad serán tan anárquicos, fracturados y desquiciados como yo, pensó riendo Jinx en voz alta, mientras observaba cómo se peleaban por las drogas, los mendigos y sus fantasmas mentales la volvían a rodearla parar murmurar en su enloquecida cabeza otra vez sin cesar.
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